Poco a poco vamos saliendo de los peores días de la crisis. A diario vemos noticias de apertura de negocios y recuperación de actividades, todo ello con la aplicación de medidas de control de aforos, medidas higiénicas, uso de EPIs, que se nos señalan como la nueva normalidad.
¿Esto ha sido todo? ¿Son esos los cambios que van a derivar de la mayor crisis desde el crack del 29?
En las primeras oleadas de la pandemia, las más agresivas, se decretó por parte de los gobiernos la paralización de actividades y el confinamiento o limitación de la movilidad de las personas. Resultaba evidente que esa no iba a ser la nueva normalidad. Pero, una vez recuperada la capacidad sanitaria, solucionados los problemas de abastecimiento y mejorado el conocimiento del virus, la nueva normalidad consistirá en respetar la distancia social, usar mascarillas y lavarnos las manos. ¿Ya está? ¿Se recuperará así (aunque sea de forma lenta) la actividad, el empleo y el consumo?
No parece probable.
Ante una situación de urgencia, las empresas se ven obligadas a la toma de decisión y a pasar a la acción. El proceso de toma de decisión lleva a elegir entre una triple clasificación de medidas en función de los objetivos y recursos disponibles:
- Correctivas: Suprimen el problema y continúan con la actividad.
- Interinas: Son paliativas y permiten la continuación del proceso minimizando el impacto del problema o sus riesgos.
- Adaptativas: Modifican el funcionamiento habitual para conseguir el resultado de forma diferente.
Está claro que la primera de ellas no está en manos de las empresas. Acabar con el problema depende del desarrollo y distribución generalizada de una vacuna probada y efectiva. Las empresas se van a mover, por tanto, entre las medidas interinas y las adaptativas.
Las interinas son las enunciadas en el título, pero aplicadas de forma transversal en todas las organizaciones, centros, establecimientos y actividades. En la práctica, “enrarecen” el proceso, lo dificultan y generan incomodidad en la satisfacción de la necesidad. Por otra parte, en función de la actividad suponen una pérdida de rentabilidad si se aplican de manera aislada, sin pulsar otras teclas. Bien sea por aforo, por limpieza derivada del uso compartido, por la necesaria presencia de trabajadores en el espacio destinado a los clientes y ahora limitado…
Las segundas se centran en cubrir la necesidad, el resultado, modificando el camino. Esto supone conceptualizar y entender de forma clara la propuesta de valor de cada organización, para incidir sobre aquellos eslabones de la cadena que se ven más afectados por el problema. En la práctica permiten una adaptación duradera a la situación, al dotar de mayor flexibilidad a la forma en la que la organización responde a las necesidades del cliente. Además en este tipo de soluciones, la sociedad, las organizaciones, los clientes, etc., ya va teniendo algo de experiencia.